Posts Tagged ‘ccs’

h1

Don’t eat the entire world

February 18, 2005

By Cristina Fernández Pereda 

It’s easy to find salmon; look in any supermarket. It comes to us from Chile, where it is mass-produced. They produce it in the South and we consume it in the North. The same is true of the Argentinean soy, the Columbian flowers or the sugar from Latin American countries.

These four products will be controlled at the retail level by the creators of the project, No Te Comas el Mundo (Don’t eat the Entire world)—an initiative put forth by Veterinaries Without Frontiers, Ecologist Action, and the International Debt Observatory of the United Nations. It aims to raise awareness about the consequences of the consumerism of the countries in the North on the societies and environment of the South.

To awaken the consciences of the consumers, this company will follow four real cases from the whole sale production in the South until they arrive to the North. The chronicle will include the production establishments, the work conditions, the influence of multinationals in those countries, and the consequences of the trade for the people and the environment.

Production that targets large markets implies, in the South, the exploitation of many workers who find themselves compelled to surrender before the multinationals. This is not only a question of work. Many have seen how these companies have appropriated the most fertile lands. The first consequence is forced immigration: without land to cultivate, they lose their way of life. Afterwards comes the impoverishment of the people and the destruction of ecosystems.

The campaign, No Te Comas el Mundo (Don’t eat the entire world) links the “social and environmental consequences of these products in the South with our daily life and consumer habits” en the North, said Ferrán Garcia, coordinator of the project. He added, “we are piling up an ecological debt in those countries.”

The concept of ecological debt refers to the unequal exchange between North and South. The debt is based on the fact that the production model that the North imposes on the South has horrible consequences on the environment.

That’s the Chilean Case. The massive production of salmon provokes the degradation of lakes or coastal areas and the communities of traditional fishermen have to relocate. However, the benefits of the sale or exportation of salmon do not remain in Chile. The Chilean workers barely benefit from this business.

One of the proposals of the campaign is to make the consumer more conscious of what he buys. If the consumers of the North demand information about the origin of the products and how they arrive on the market, we would be taking the first step toward equality.

In fact it may be that the systems of production are the same in the North as in the South. The growth of the more developed countries has imposed this on the rest of countries. But, we, consumers are not all equal. Neither are the workers. Equality should also begin with adequate work conditions, safe conditions, and the protection of the environment.

In conditions of equality in the market, the countries o the South would have the opportunity to commercialize their products of their own companies. That way they wouldn’t see how the multinationals carry the resources from the South up North. The South would use those resources for their own benefit, whether they export or not. But, it is the South that would choose the final destination of the products.

The campaign, “No te comas el Mundo,” wants to demonstrate that the first step in this fight is also the consumers’ responsibility. Perhaps when they are done in two years, we will be closer to the moment when the stores in the North no longer offers products that the South can trade but that its people cannot buy.

(En Español)

h1

Diamantes de la guerra

February 18, 2005

Por Cristina Fernández Pereda

Los diamantes se han convertido en un símbolo del amor. Según Amnistía Internacional, a muy pocos consumidores se les puede garantizar que esta piedra preciosa.

Según el informe publicado por la organización, sólo el 37% de las empresas consultadas puede garantizar que sus diamantes han sido obtenidos respetando los derechos humanos. Esto ocurre dos años después de que el sector del diamante se comprometiera a crear una regulación que impida el comercio de gemas en zonas de conflicto.

Angola, Liberia, Sierra Leona o la República Democrática del Congo son ejemplos de países exportadores de diamantes. También están entre los países más pobres del mundo. La riqueza de su suelo se ha convertido en una de las causas de la miseria de su población. Los millones de dólares que produce el comercio ilícito de diamantes caen en manos de las guerrillas. Cambian diamantes por armas y eluden así los embargos impuestos por la comunidad internacional.

Esta fuente de financiación ha ayudado a prolongar muchos conflictos en estos países. La producción de diamantes no ha salvado al 90% de la población angoleña de la pobreza. Allí, un diamante se vende por 20 dólares a una agencia local. Después, la piedra va cambiando de dueño y su valor crece hasta llegar a manos europeas o americanas. En la última fase del proceso, el diamante puede costar 2.000 dólares. Al final, las cifras crecen: en un año Liberia llegó a exportar diamantes por valor de 300 millones de dólares.

El comercio de diamantes exige un círculo de países que compran, venden o intercambian armas a cambio de gemas preciosas. Un informe de la ONU sobre las causas de la guerra en Angola apuntó a comerciantes de diamantes que actuaban en Johannesburgo, Dubái o Amberes. También se señaló a Bulgaria y Ucrania como exportadores de armas a países en conflicto. La venta final se centra en Europa. En Amberes, Bélgica, se comercializan dos tercios de la producción mundial de diamantes.

La venta de diamantes ilegales se ve favorecida por mecanismos de control y legislaciones insuficientes. No hacen saltar las alarmas de los detectores en los aeropuertos y se convierten fácilmente en dinero en efectivo. Son muchas las organizaciones internacionales que han exigido medidas que garanticen la legalidad de los diamantes que llegan a Europa. Que garanticen que han sido obtenidos respetando los derechos humanos.

Las peticiones de las diferentes organizaciones, como la que hace estos días Amnistía Internacional, chocan con otros intereses. La aplicación de leyes más estrictas pondría en peligro un negocio que mueve al año 50.000 millones de dólares. Aunque se sepa que el 10% de esa cifra financie conflictos armados, nadie quiere perder dinero porque se identifiquen los diamantes con la guerra.

Los consumidores de diamantes, por su parte, deben pedir garantías de la legalidad de gemas en el momento de la compra. Estas exigencias pueden ayudar a que se aplique de verdad la legislación internacional al respecto. De ser así, los diamantes serían controlados desde el momento de su extracción hasta que llegan a su destinatario final.

Si se consigue la aplicación de unas normas que garanticen que los diamantes han seguido un camino legal hasta su venta en los comercios, disminuirá el flujo de dinero que mueven al año por todo el mundo. Se podrá terminar así con una fuente de financiación de muchos conflictos. Se habrán terminado los diamantes de la guerra.

(English version)

h1

Un alternativa al Protocolo de Kyoto

December 17, 2004

Por Cristina Fernández Pereda

Se acaba de celebrar en Buenos Aires la X Cumbre del Cambio Climático. Delegaciones de 189 países comenzaron las reuniones con el optimismo de que Rusia ratificara el Protocolo de Kyoto y permitiera así su aplicación. Sin embargo, el entusiasmo ha dado paso a las dudas sobre si Kyoto es o no la mejor arma contra el cambio climático.

La comunidad internacional persigue la aplicación del protocolo de Kyoto, que tiene como fecha límite de aplicación el año 2012. Mientras tanto, países como Inglaterra, Australia o Estados Unidos anuncian que no van a cumplir las exigencias del protocolo. No van a adoptar medidas para reducir sus emisiones de dióxido de carbono ni van a invertir en investigaciones para lograrlo.

Expertos en cambio climático reunidos en Buenos Aires han asegurado que la lucha contra los efectos del calentamiento global no tiene por qué comenzar por aplicar un conjunto de medidas que reduzcan la emisión de gases a la atmósfera. Consideran que esta lucha debe empezar por combatir la pobreza.

La falta de recursos convierte a los países en vías de desarrollo en los más indefensos ante las inclemencias del clima. En 1998 el huracán Mitch se llevó a casi 10.000 personas a su paso por Centroamérica. En 2004, otro huracán de igual magnitud azotó una zona residencial de Florida y no hubo más de 20 fallecidos. La riqueza de los países desarrollados reduce los daños de cualquier fenómeno climático.

Los altos costes que supone aplicar las medidas aprobadas en Kyoto hacen que muchos quieran replantearse su aplicación. Las estimaciones más optimistas sitúan los gastos entre 150.000 y 300.000 millones de dólares al año. Los países menos desarrollados han propuesto una alternativa al Protocolo quieren que se invierta en ayudas a los países que son más vulnerables al cambio climático.

Joke Waller, secretaria ejecutiva de la conferencia, señaló que no ha habido avances en materia de adaptación de los países más pobres al cambio climático. Su propuesta consiste en que los países menos desarrollados presenten sus proyectos de adaptación y los industrializados su voluntad de financiarlos. El delegado de Tanzania, en nombre de los 48 países más pobres del mundo, aportó su argumento a favor de estas medidas: “para nosotros el cambio climático es más catastrófico que el terrorismo”.

Los cambios en el clima provocan inundaciones masivas en zonas costeras y en las riberas de los ríos, donde viven muchas personas. Las inundaciones hacen que se reduzcan las áreas de cultivo y se extienda el hambre. Los expertos aseguran también que estos cambios aumentarán el número de personas sin acceso a agua potable, lo que incrementaría el riesgo de enfermedades y reduciría la disponibilidad de alimentos.

Cambio climático, desastres naturales, pobreza y agresiones al medioambiente se unen en una cadena difícil de romper. Las inversiones en países más vulnerables pueden lograr que se reduzcan los efectos de las catástrofes. La ayuda para que estos países se protejan de los daños que provocan muchos países industrializados puede conseguir que, aunque lleguen más inundaciones, no traigan más pobreza. Ni se lleven más vidas.

(English version)